Mientras el consumo de vino retrocede, el cannabis (medicinal y/o recreativo) gana terreno en el mercado internacional, impulsado por una legislación cada día más permisiva y favorable. El primer país en legalizar la marihuana destinada al uso recreativo fue Uruguay en 2013, previa negociación y patrocinio del multimillonario estadounidense de origen húngaro George Soros, gran impulsor de la legalización de esa droga. Desde 2008, a través de donaciones millonarias, el magnate ya lo había intentado en varios estados de EEUU, en los que, años después, acabó consiguiendo su objetivo. El también presidente de la Open Society Foundation declaró, en aquella fecha, tras el encuentro mantenido con el presidente José Mujica en Nueva York, que Uruguay “es un modelo y servirá como laboratorio para todo el mundo”.
El acoso que sufre el sector vitivinícola desde hace años por parte de algunos gobiernos e instituciones sanitarias, que defienden la política de “tolerancia cero” frente al alcohol, está provocando un notable descenso del consumo de vino dentro y fuera de España, afectado también por el aumento de los costes de producción y distribución, y el consiguiente encarecimiento del producto. El retroceso en los índices de consumo de vino tiene su contrapartida en el cannabis, que se extiende exponencialmente por todo el mundo, con el apoyo de gobiernos, lobbies sanitarios y fundaciones supuestamente filantrópicas.
El consumo de vino en España se redujo un 6,5% en el período interanual contabilizado en el mes de julio de 2023, de acuerdo a la información facilitada por el Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV). Asimismo, la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) ha estimado, recientemente, que el consumo mundial de vino en 2023 descendió un 2,6% respecto al año anterior, hasta situarse en 221 millones de hectolitros, si bien la caída desde 2017 ha sido del 10,5%, cuando se alcanzaron los 247 millones de hectolitros.
Por el contrario, la comercialización del Cannabis sativa L. en cualquiera de sus presentaciones continúa conquistando los mercados internacionales como se desprende de la incesante proliferación de puntos de venta en multitud de ciudades. Los productos CBD (siglas del cannabidiol), con sus coloridas tiendas, se propagan por los barrios de Occidente, alimentando una industria creciente.
El 2 de diciembre de 2020, la Comisión de Estupefacientes de Naciones Unidas, conocida como CND por su siglas en inglés (Commission on Narcotic Drugs), aprobó eliminar el cannabis de la lista de drogas peligrosas gracias a la votación favorable de 27 países, entre ellos Marruecos, principal productor mundial, con alrededor 55.000 hectáreas reconocidas oficialmente y casi 30.000 hectáreas ilegales, una extensión que supera, por ejemplo, las 66.0000 hectáreas de viñedo que acoge la Denominación de Origen Calificada Rioja.
El 25 de febrero de 2021, el Gobierno marroquí aprobó el proyecto de ley n.º 13-2115 que legalizó el uso medicinal e industrial del cannabis, con el objetivo de “aprovechar las oportunidades que brinda el mercado global (…), mejorar los ingresos de los agricultores y protegerlos del narcotráfico”. Marruecos, Afganistán, México, Nigeria, Líbano y Paraguay son algunos de los principales países cultivadores y distribuidores de cannabis, mientras que China, Francia, Canadá y Estados Unidos lideran la transformación industrial del producto. Al margen de la producción legal, las redes del narcotráfico, que se nutren de las plantaciones existentes en los mercados de origen, distribuyen el producto por todo el mundo.
Uruguay, el primer país en legalizar el cannabis recreativo… bajo el patrocinio de George Soros
En cualquier caso, el primer país en legalizar la marihuana de uso recreativo fue Uruguay en 2013, con el respaldo económico y el aval ideológico de George Soros, el mayor abanderado internacional de su legalización. El gran patrón de la Open Society Foundation, uno de los lobbies más poderosos del mundo, convenció al presidente uruguayo para convertir su pequeño país en un “laboratorio” desde el que poder exportar su receta a todo el mundo. Años más tarde, los deseos del magnate se han convertido en realidad. El imperio del cannabis está consolidado en los cinco continentes, con Uruguay como conejillo de indias y Estados Unidos y Canadá como grandes escaparates.
George Soros (Budapest, 1930), que en 2023, según publicó Wall Street Journal, cedió el control de su imperio a su hijo Alexander, de 37 años, es reconocido como uno de los mayores especuladores internacionales, con una fortuna estimada de 6.700 millones de dólares en 2024 (Fuente: revista Forbes). Es especialmente recordado por protagonizar en 1992 el famoso miércoles negro, cuando puso contra las cuerdas al Banco de Inglaterra hundiendo la cotización de la libra esterlina, con un beneficio estimado al final de la jornada de más de 1.000 millones de dólares. Una operación especulativa que realizó a través de Quantum Fund, el fondo del magnate que entonces dirigía Stanley Druckenmiller.
Habitual interlocutor de presidentes y primeros ministros de países de todo el planeta y financiador en EEUU de campañas electorales para intentar influir en sus resultados, George Soros es, desde hace décadas, uno de los principales responsables de las estrategias dirigidas a establecer un nuevo orden mundial desde una perspectiva globalista, con el objetivo de imponer su agenda a los tradicionales Estados nación y lograr la cesión de cuotas de soberanía en beneficio de grandes grupos económicos, lobbies y entidades supranacionales sin necesidad de pasar por las urnas, como se demostró en 2013 en Uruguay a cuenta de la legalización de la marihuana. Un objetivo para el que se vale de fundaciones, publicitadas como filantrópicas, con las que intenta influir social y políticamente en más de 120 países.
El vino es una “droga” para las autoridades sanitarias españolas
Frente al crecimiento continuado del negocio del cannabis (cannabidiol CBD, marihuana, hachís y otras variedades y presentaciones), fomentado con el respaldo de las legislaciones de muchos países occidentales, el sector del vino sufre una constante campaña de desprestigio promovida por esos mismos países.
La legislación española define el vino como “el alimento natural obtenido exclusivamente por fermentación alcohólica, total o parcial, de uva fresca, estrujada o no, o de mosto de uva» (Ley 24/2003, de 10 de julio, de la Viña y del Vino), pero el Ministerio de Sanidad, a través de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, lo considera, en cambio, la droga de mayor prevalencia de este país, por delante del tabaco, cannabis, cigarrillos electrónicos, cocaína, éxtasis, hipnosedantes, alucinógenos, anfetaminas, speed, y setas mágicas, entre otras (Fuente: Encuesta de Alcohol, Drogas y Otras Adicciones en España, realizada bienalmente desde 1995). Para las autoridades sanitarias españolas, aun sorteando la legislación vigente, el vino es una “droga” sin matizaciones mientras que determinados derivados del cannabis se pueden vender como producto terapéutico pese a carecer, hasta la fecha, de una legislación ad hoc.
Desde hace unos años, se ha ido abriendo paso, gracias al impulso de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el apoyo de numerosos gobiernos, entre ellos, el español, la consigna de que el alcohol (y, por extensión, el vino) es altamente nocivo para la salud desde la primera copa y provoca enfermedades hepáticas además de favorecer la aparición de diversos tipos de cáncer. Dicho ello sin introducir ningún tipo de excepción, matización o consideración científica al respecto que pueda ofrecer al consumidor una información contrastada, equilibrada y veraz.
Un “consenso científico” inexistente
La imposición unilateral de esta idea motriz, de manera sesgada e interesada, se está trasladando por medio de campañas de sensibilización, advertencias sanitarias, modificaciones legislativas y contenidos divulgativos en los medios de comunicación, que mayoritariamente aceptan acríticamente el mensaje y hablan de que existe un «consenso científico» sobre el particular, es decir, una posición generalmente aceptada por la mayor parte de los expertos.
Lo cierto es que la comunidad científica no tiene una posición unánime sobre los efectos del consumo de vino, sino que, muy al contrario, se debate entre quienes rechazan su consumo de modo categórico, quienes expresan dudas razonables y quienes lo defienden por sus efectos saludables demostrados, siempre que la ingesta sea moderada, responsable y ajustada a la edad y características del consumidor, hasta el punto de que numerosas investigaciones sugieren que la mortalidad es menor entre quienes presentan un bajo consumo de alcohol que entre los abstemios.
En este sentido, la revista Enólogos publicó el pasado 29 de febrero una información sobre una de las revisiones científicas más completas existentes sobre consumo de alcohol y causas de mortalidad, realizada por un equipo estadounidense de investigadores con el apoyo del Departamento de Agricultura de EEUU, que sugiere, entre otras conclusiones, tras el análisis sistemático de un total de 60 artículos editados entre enero de 2010 y marzo de 2020, que el riesgo de mortalidad por cualquier causa es menor entre la población con bajo consumo de alcohol, particularmente sin episodios de ingesta excesiva, que entre la población abstemia (https://revistaenologos.es/un-estudio-cientifico-estadounidense-sugiere-que-la-mortalidad-es-menor-entre-la-poblacion-con-bajo-consumo-de-alcohol-que-en-el-grupo-de-abstemios/).
La opinión de Miguel Ángel Martínez González, experto en dieta mediterránea
Igualmente, el científico Miguel Ángel Martínez González, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra y director del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER) de Obesidad y Nutrición del Instituto de Salud Carlos III, ha declarado, en una entrevista publicada en el diario ABC el pasado día 6 de mayo, que “hay sólidas voces que consideran que una ingesta moderada permitiría una menor mortalidad, mejor salud cardiovascular y menos riesgos de diabetes que los abstemios”.
El científico, que reconoce beber una copa de vino casi a diario, considera que “se ha puesto de moda” decir que el “consumo cero” de alcohol es lo más saludable, pero “no hay una evidencia científica que lo respalde”, ya que, según mantiene, esta recomendación proviene de una especulación y dos estudios poco representativos.
Por el contrario, el catedrático de la Universidad de Navarra, que está detrás de los ensayos Predimed y Predimed plus, “investigaciones que convirtieron la dieta mediterránea en el patrón de oro de la nutrición porque demostraron que reducía el riesgo de cáncer y las enfermedades cardiovasculares”, tiene la intención de promover una investigación científica sobre consumo de alcohol, con una muestra de 10.000 voluntarios adultos, para intentar contribuir a abordar la problemática desde el rigor, el conocimiento y una verdadera evidencia científica.
De igual modo, el pasado día 2 de octubre, Martínez-González impartió una lección magistral sobre nutrición en la Universidad de Harvard, en la que, según fuentes de la Universidad de Navarra, hizo hincapié en que “la dieta mediterránea podría perder entre un 12% y un 24% de su protección si se eliminara el consumo moderado de vino”. (https://www.unav.edu/noticias/-/contents/04/10/2023/la-dieta-mediterranea-podria-perder-entre-un-12-y-un-24-de-su-proteccion-si-se-eliminara-el-consumo-moderado-de-vino/content/lovPblW1fC70/68091070).
La expulsión del vino de la “pirámide de la dieta mediterránea” y el papel de la OMS
No obstante, pese a las conclusiones que desde hace muchos años han ido desgranando en ese mismo sentido tanto Martínez-González como otros muchos científicos, expertos e instituciones dedicadas a la divulgación científica, el vino fue expulsado de la representación gráfica de la “pirámide de la dieta mediterránea” en octubre de 2011 en la actualización que el Ministerio de Medio Ambiente, Desarrollo Rural y Marino (MARM) y la Fundación Dieta Mediterránea (FDM) dieron a conocer en aquella fecha, coincidiendo con el primer aniversario de su reconocimiento como patrimonio cultural de la Humanidad por la Unesco. Los políticos, con la coartada proporcionada por algunos responsables sanitarios, decidieron plegarse a las presiones ejercidas por los países musulmanes que prohíben su consumo por razones religiosas y aceptaron colocar fuera de la pirámide (en el ángulo superior derecho, aislada del resto de los alimentos) la representación de la copa de vino. “Es una concepción digamos mundial, internacional”, declaró el entonces presidente de la FDM, Lluis Serra, “por tanto, tenemos que hablar de países donde el consumo de bebidas alcohólicas fermentadas es habitual, y en otros donde está prohibido por la religión; por tanto, es un tema que se debe tratar con una cierta cautela”. Según el presidente de la FDM, un año después de la declaración de la Unesco, la “pirámide” necesitaba “un ajuste según los usos”, cediendo, de este modo, a “los usos” de los países que prohíben el consumo de vino por razones estrictamente religiosas.
Las continuas capitulaciones protagonizadas por quienes debían proteger el sector vitivinícola (para adaptarse a la nueva «concepción mundial» esgrimida por el doctor Serra) han contribuido a asentar la falsa moda del “consenso científico” sobre el consumo de alcohol, que pese a ser, hoy por hoy, objetivamente inexistente, ha permitido a la Organización Mundial de la Salud, liderada por el médico etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, emprender una campaña internacional que busca imponer en el etiquetado de todas las bebidas alcohólicas (incluidas la cerveza y el vino) la doble advertencia de que no existe un nivel seguro de consumo de alcohol y de que el riesgo de desarrollar cáncer se incrementa desde la primera copa. Todo ello a través de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) y con el apoyo económico de la Comisión Europea y de distintos gobiernos comunitarios, como el español.
Alemania, la última en sumarse al ‘club del cannabis’
En este contexto, el gran emporio económico creado en torno al cultivo y comercialización de la marihuana, el hachís y otros derivados del Cannabis sativa L. vive un momento dorado. Los locales de venta de cannabis terapéutico se multiplican gracias a la aprobación de leyes específicas del mismo modo que el consumo recreativo se va blanqueando, paulatinamente, desde la propia Administración responsable.
En marzo de 2017, entró en vigor la ley que autorizaba el uso de cannabis medicinal en Alemania, pero el pasado día 1 de abril se dio luz verde a su consumo ya abiertamente recreativo. Cientos de personas se concentraron, junto a la Puerta de Brandenburgo, para celebrar la decisión con una gran fumada. El gobierno de coalición formado por el Partido Social Demócrata (SPD) del canciller Olaf Scholz, junto a los ecologistas de Alianza 90/Los Verdes y los liberales del Partido Democrático Libre (FDP), sacó adelante la iniciativa que permite poseer, consumir y cultivar legalmente la droga, además de comercializarla a través de clubes sociales que pueden suministrar hasta 50 gramos mensuales del producto a cada asociado.
De este modo, la primera economía continental, que pilota la Comisión Europea y condiciona gran parte de la legislación que afecta a la vida de los 450 millones de ciudadanos comunitarios, se suma, con su potencial efecto mimético, a Malta y Luxemburgo, dos pequeños países que aprobaron leyes similares en 2021 y 2023, respectivamente. Es también comúnmente conocida la permisividad existente desde hace décadas en los Países Bajos respecto al consumo de cannabis. El Estado neerlandés considera ilegal la posesión, venta y cultivo del producto, pero autoriza, en la práctica, su comercialización y consumo en coffee shops, esos peculiares establecimientos que no sirven bebidas alcohólicas pero sí venden drogas blandas (marihuana y hachís) (ver información Plan Nacional sobre Drogas: (https://pnsd.sanidad.gob.es/gl/profesionales/cannabis/PaisesRegulados/PaisesBajos/home.htm).
Desde hace años, los Países Bajos y Bélgica constituyen la base de operaciones de la llamada Mocro Maffia, una poderosa organización criminal de origen marroquí, ramificada por toda Europa, que mantiene conexiones con los cárteles americanos de la cocaína y las redes del hachís del Magreb, a través de los puertos internacionales de Rotterdam y Amberes.
El cannabis recreativo se sigue extendiendo
En la actualidad, el consumo de cannabis, respetando determinadas restricciones, ya es legal en Canadá, México, Sudáfrica y algunos estados federales de EEUU, así como en Tailandia que, no obstante, ha anunciado recientemente su intención de volver a la ilegalización después de autorizarlo en 2022.
En términos generales, el cannabis medicinal está regulado de acuerdo al porcentaje de tetrahidrocannabinol (THC), su principal componente psicoactivo. Concretamente, en las distintas legislaciones se admite el cáñamo industrial denominado cannabidiol (CBD) hasta un determinado porcentaje de THC y se considera psicoactivo por encima de ese mismo porcentaje.
Muchos otros países tienen acceso a la marihuana terapéutica, lo que, en algunos casos, representa la antesala de su legalización para uso recreativo, como ha ocurrido en Alemania o, simplemente, mantienen legislaciones que prohíben el cultivo con fines comerciales pero permiten o despenalizan, de hecho, la posesión de pequeñas cantidades para uso personal en determinadas circunstancias. En esa zona intermedia, que engloba legalmente diferentes supuestos o discurre en las brumas de una permisiva alegalidad, como ocurre con algunos otros temas controvertidos, se encuentran países como España, Portugal, Francia, Argentina, Colombia, Chile, Italia, Reino Unido, Irlanda, Nueva Zelanda, Estonia, Bangladés, Camboya, Costa Rica, Chequia, India o Jamaica, entre otros muchos.
El negocio mundial del cannabidiol CBD
La empresa de investigación de mercados estadounidense Vantage Market Research publicó en febrero de 2022 un estudio que preveía que el negocio mundial del cannabidiol (CBD) superaría en 2028 los 47.000 millones de dólares estadounidenses, lo que representa, aproximadamente, una cuarta parte de los ingresos que generó en 2023 el mercado mundial del vino (173.000 millones de dólares, de acuerdo al portal alemán Statista) (Research, Vantage Market (8 de febrero de 2022). «CBD (Cannabidiol) Market Size to Reach USD 47.22 Billion by 2028 – Increased Demand for CBD (Cannabidiol) for Health and Wellness Purposes to Drive Market – Vantage Market Research». Globe Newswire News Room).
Pero el dinero que mueve el sector mundial del cannabis incluyendo todas sus presentaciones y derivados (tanto en el mercado legal como ilegal) multiplica muchas veces, sin ninguna duda, esa cantidad. Hay países y regiones cuya economía depende mayoritariamente de su cultivo, producción y comercialización y organizaciones criminales que han desarrollado, a su sombra, una inmensa economía paralela. Una realidad que se va afianzando socialmente mediante la despenalización y normalización del uso de una droga psicotrópica, como es el cannabis, y la criminalización y estigmatización de un alimento, como es el vino.