¿Puede el vino llegar a convertirse en una especie de petróleo para Ciudad Real? La provincia manchega es un coloso vitivinícola cuyo alcance sólo se advierte cuando se observan atentamente sus estadísticas y se comparan con las del resto de sus competidores internacionales. Los datos del Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV) así lo corroboran. En 2023, Ciudad Real exportó un total de 736 millones de litros de productos vitivinícolas (vino, mosto, vinagre y aromatizado), superando holgadamente a Chile, Australia, Sudáfrica, Alemania, Portugal, Canadá y Estados Unidos (Fuente: Statista). En un hipotético top 10 mundial, la provincia manchega ocuparía el cuarto puesto, sólo por detrás de España, Italia y Francia.
El desarrollo de la industria de los hidrocarburos en el siglo XX catapultó, de manera exponencial, entre otras, las economías de Estados Unidos, Noruega y algunos países árabes. El petróleo se convirtió en el músculo energético que movía el mundo y revolucionó el presente y futuro de algunas regiones que supieron aprovechar sus recursos.
¿Qué ocurriría si Ciudad Real lograra que su sector vitivinícola, el músculo energético que recorre todo su territorio, pasara, mayoritariamente, de vender cisternas de vino a granel a un producto embotellado de mayor valor añadido?, ¿Cuál sería la realidad económica, dentro de 10 años, si las grandes cooperativas manchegas y algunas importantes bodegas comenzaran a aplicar una nueva estrategia que permitiera dar un vuelco al tablero comercial para acabar con las inercias heredadas y conseguir, definitivamente, ajustar el precio de venta del vino a su calidad real?
El desafío
Tal vez el desafío no requiera más esfuerzo que el que supuso, en su momento, la investigación, prospección y extracción del petróleo en países que hoy se cuentan entre los de mayor renta per cápita del mundo. Lógicamente, el sector vitivinícola no tiene, ni remotamente, el potencial económico que el sector petrolífero, pero una cuestión resulta evidente. Entre los 67 céntimos del precio medio del litro de vino exportado de Ciudad Real y los 9,39 euros del vino francés hay un inmenso mundo de posibilidades que podrían marcar la diferencia. Entre el blanco y el negro existe una amplia gama de grises que permitiría impulsar la economía de Ciudad Real de manera estructural, dado el papel protagonista de su sector vitivinícola. Una reflexión extensible, igualmente, a otras provincias castellanomanchegas, como Toledo, Albacete y Cuenca, donde el granel también es mayoritario y la vitivinicultura reviste una importancia capital.
Pero volviendo a poner el foco en Ciudad Real, hay que señalar que se trata de una provincia de medio millón de habitantes, compuesta por 102 municipios, distribuidos a lo largo y ancho de 19.813 kilómetros cuadrados (una superficie equivalente, aproximadamente, a la suma del País Vasco, La Rioja y Navarra). Un extenso mar cubierto de viñas. Tiene, por tanto, un tamaño similar al de Eslovenia, Israel o Kuwait y una población que se sitúa a medio camino entre la de Malta e Islandia. En resumen, un país pequeño, con una baja densidad poblacional, que goza de un potencial vitivinícola único, aunque explorado muy por debajo de sus posibilidades. Dispone de un producto de calidad sometido a las leyes que rigen el granel, o sea, un mercado del siglo XX en pleno siglo XXI, como si los prósperos emiratos del Golfo Pérsico mantuvieran sus capacidades petrolíferas en mínimos, en vez de aprovecharlas al 100 %.
Ciudad Real frente a Barcelona, dos realidades distintas
El pasado ejercicio, las exportaciones vinícolas de la provincia de Ciudad Real ascendieron a 495 millones de euros, tras aumentar su facturación un 4,3 %, un resultado que le permite atisbar ya el primer puesto que, todavía, ostenta la provincia de Barcelona, con 554,3 millones de euros, tras registrar un descenso anual del 2 %.
No obstante, hay notables diferencias entre ambas provincias, ya que mientras que Ciudad Real tiene 500.000 habitantes y dispone de una red de bodegas y cooperativas, con miles de socios (cuya propiedad es, principalmente, local), Barcelona se acerca a los seis millones de habitantes y sus dos grandes buques insignias (Freixenet y Codorniú) están, desde 2018, en manos de un grupo alemán (Henkell) y de un fondo de inversión estadounidense (Carlyle), respectivamente. Estas dos circunstancias (población y propiedad) provocan que el retorno económico y la presencia de la actividad bodeguera sobre el tejido social de sus respectivos territorios sean completamente distintos, mucho mayores en el primer caso que en el segundo.
Ciudad Real es la primera provincia vitivinícola de Castilla-La Mancha, la comunidad que alberga casi la mitad de la superficie de viñedo existente en España (superior a 456.000 hectáreas), un cultivo presente en más del 50 % de los municipios de la región, con un registro cercano a los 80.000 viticultores, según datos de la Interprofesional del Vino de España. De esa cantidad, un porcentaje muy destacado corresponde a la provincia de Ciudad Real, donde, a su vez, se concentran algunas de las mayores cooperativas del mundo (Virgen de las Viñas, Jesús del Perdón-Bodegas Yuntero, El Progreso, Cristo de la Vega, Baco…). Todo ello se traduce en que el mundo del vino impregna la totalidad de la geografía ciudadrealeña y constituye, con diferencia, su principal motor socioeconómico.
La estadística no deja lugar a dudas
Las estadísticas de exportación no dejan lugar a dudas. Las bodegas y cooperativas ciudadrealeñas exportaron, el año pasado, un volumen de 736 millones de litros (frente, por ejemplo, a los 181,8 millones de litros de la provincia de Barcelona), muy por encima de Chile (682 millones de litros), Australia (624,7 millones de litros), Sudáfrica (386,5 millones de litros), Alemania (326,5 millones de litros), Portugal (319,4 millones de litros), Nueva Zelanda (270 millones de litros), Estados Unidos (206,4 millones de litros) y Argentina (185 millones de litros). El balance exportador de la provincia de Ciudad Real durante el pasado año superó, incluso, el alcanzado por Francia durante el primer semestre (653,8 millones de litros), un dato sorprendente y revelador.
El ranquin mundial de los cuatro primeros exportadores de vino estaría encabezado, en 2023, por España (2.026 millones de litros), Italia (1.564 millones de litros), Francia (1.273 millones de litros) y la provincia de Ciudad Real (736 millones de litros, incluyendo vino, mosto, vinagre y aromatizado).
La realidad en términos de valor
Pero aunque Ciudad Real es un gigante exportador, no lo es, en la misma medida, en términos de valor. La razón fundamental radica en que mantiene una estructura excesivamente dependiente del granel, debido a la presencia, históricamente mayoritaria, del sector cooperativo, que si bien cumple una función social muy relevante, ya que contribuye a la fijación de la población y al desarrollo de un sector económico fundamental, no ha priorizado la comercialización de productos de alto valor añadido.
El talón de Aquiles reside, de hecho, en que la cotización del litro granel (convertido, en la práctica, en una materia prima en vez de en un producto elaborado, es decir, en una mercancía o commodity sin apenas diferenciación por calidad y origen) es cinco o seis veces inferior al del litro de vino embotellado en el mercado internacional (que suele oscilar entre los 3 y los 4 euros). Y, precisamente, ese hándicap de partida condiciona y limita las posibilidades de crecimiento, ya que una gran parte del beneficio se traslada a otros países, especialmente, a Francia, Alemania e Italia, que adquieren la mercancía y la embotellan y/o transforman en productos de base vínica, que pasan a cotizar a un precio mucho más elevado y rentable. Es decir, una parte muy representativa del vino que nace en los viñedos manchegos alcanza su verdadero valor añadido a cientos o miles de kilómetros de distancia, gracias a la intermediación de empresas francesas, alemanas o italianas.
Ciudad Real, la que más crece entre 2000 y 2023
El tejido bodeguero de Ciudad Real está constituido, en gran medida, por grandes cooperativas fundadas en el siglo XX (entre las mayores del mundo atendiendo a su volumen) que conviven con dos gigantes del planeta vitivinícola (J. García Carrión y Félix Solís Avantis) junto a una amplia constelación de bodegas de distinto tamaño, muchas de ellas familiares, dirigidas a todos los segmentos del mercado. En definitiva, una oferta diversa y de calidad que cubre la práctica totalidad de la demanda.
En este sentido, la transformación y mejora que han experimentado las bodegas y cooperativas ciudadrealeñas pone de relieve, con resultados constatables, el gran crecimiento del sector en las dos últimas décadas. No es casualidad, en este sentido, que Ciudad Real haya sido, según la información hecha pública por el OEMV, la provincia española que más ha crecido en términos absolutos entre los años 2000 y 2023, tanto en volumen, con un incremento de 537,4 millones de litros, como en valor, con un aumento de 386 millones de euros. El dato objetivo refleja que el escenario vitivinícola está marcando desde hace más de 20 años, sobre todo en la última década, una tendencia alcista constante.
Por todo ello, la pregunta que encabeza este análisis no es una boutade destinada al auditorio sino una posibilidad factible, siempre que los interesados adopten las medidas correctivas adecuadas: “¿Podría el vino llegar a convertirse en el petróleo de la provincia de Ciudad Real?…”.