La celebración en 2008 de la Exposición Internacional de Zaragoza, tras una inversión de casi 1.000 millones de euros, permitió levantar un enclave futurista en la ribera del meandro de Ranillas e impulsar, al mismo tiempo, una serie de proyectos y obras de ingeniería que desde hacía décadas demandaba la quinta ciudad más poblada de España. En un año electoral como el actual merecería la pena analizar la funcionalidad urbana de ese lugar para acabar con el abandono que sufren algunas de sus instalaciones y reinventarlo como un polo de progreso e innovación. Las administraciones están a tiempo de crear un nuevo distrito, que no solo acoja la futura ciudad ferial, sino que, sobre todo, aproveche la situación de partida para configurar un escenario único, vibrante y moderno.
La Expo del Agua trajo consigo el mayor volumen de inversión pública de la historia de la capital aragonesa, con un plan de acompañamiento que alcanzó los 2.500 millones de euros en tres años. Al margen del recinto de la Exposición Universal, se impulsaron infraestructuras viarias, ferroviarias, turísticas y de regeneración urbana que revolucionaron su fisonomía y supusieron un auténtico hito. Zaragoza es, actualmente, una ciudad atractiva que sigue gozando de un enclave privilegiado y que ofrece un interesante patrimonio histórico y cultural, un elevado nivel de vida y un dinámico tejido empresarial.
No obstante, el evento de 2008 no cumplió las expectativas que había generado ni obtuvo el impacto previsto. Muy al contrario, fue muy deficitario en términos económicos y se nutrió de un público mayoritariamente local. La Expo no catapultó a Zaragoza al firmamento internacional ni ayudó a consolidar una nueva conciencia ecológica, aunque, sin ninguna duda, le permitió dar un gran salto de calidad porque contribuyó a estimular unas sinergias que repercutieron muy positivamente en su desarrollo.
Lamentablemente, apenas clausurada la muestra, a mediados del mes de septiembre de aquel año, estalló el escándalo de Lehman Brothers y, a partir de ese momento, se aceleró el estallido de la burbuja financiera que sacudió el mundo como un tsunami. Los planes que las instituciones habían previsto para el día después se vieron truncados o seriamente comprometidos y la utilización y aprovechamiento de las instalaciones creadas se complicaron en gran medida. Hoy, 15 años después, pabellones emblemáticos como los de España o Aragón y edificios como la fantástica Torre del Agua continúan languideciendo, mientras que, afortunadamente, otros equipamientos se han ido reutilizando como zona empresarial, Ciudad de la Justicia, sede de la Seguridad Social, Consejería de Educación o Palacio de Congresos. Se ha recorrido, por tanto, una parte importante del camino.
Feria de Zaragoza
La reciente celebración de los salones internacionales Enomaq, Oleomaq, Tecnovid, Oleotec y EBeer (14 al 17 de febrero de 2023), como referentes de los sectores vitivinícola, oleícola y cervecero ha vuelto a poner de relieve la capacidad organizativa de Feria de Zaragoza y la importante tradición ferial de la capital aragonesa.
Pero no se puede ignorar la realidad. Pese al dinamismo y al papel destacado que la ciudad desempeña en este ámbito, ya han pasado cerca de 40 años desde que los, entonces, Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, inauguraron junto a la autovía N-II el mayor recinto ferial del país, con 360.000 metros cuadrados, a seis kilómetros del aeropuerto y a nueve kilómetros del centro urbano. Aquellas infraestructuras, inauguradas en 1986, que han cumplido y cumplen una función muy destacada, no son, en estos momentos, las que mejor representan la idea de modernidad e innovación que se asocia a las grandes ferias profesionales. La obsolescencia es inevitable. Y la estética de los años ochenta no es la que requiere el universo digital en el que vivimos. Entre una y otra ha pasado un siglo.
‘Zaragoza Río’, icono visual y foco de desarrollo
Por ello, tal vez, aprovechando que nos encontramos en un año electoral, alguien podría plantearse seriamente rentabilizar el tesoro arquitectónico que se erigió a orillas del río Ebro entre 2004 y 2008 para darle una segunda vida y reinterpretarlo en clave ferial y urbana. El entorno de la Expo del Agua, convenientemente adaptado, podría convertirse en una excelente carta de presentación, un icono visual y un foco de desarrollo, capaz de atraer todo tipo de actividades mediante el ‘efecto llamada’.
Un nuevo recinto ferial, emplazado en el entorno fluvial de la ciudad, atravesado por canales y vigilado por la presencia cercana de la bella Torre del Agua, de Enrique de Teresa y Francisco Romero, y la sutil elegancia del Pabellón Puente, de Zaha Hadid, contribuiría a visualizar una nueva ciudad dentro de la ciudad. Y su coste económico se podría enjugar, al menos parcialmente, con la venta y comercialización de las actuales instalaciones feriales, que dada su localización, accesibilidad y características, encontrarían, muy probablemente, una salida rentable como base logística y empresarial. El tiro se cobraría dos piezas.
Un escenario único y vibrante
Sería la mejor herramienta para que la capital se reflejara en el agua y aprovechara el inmenso valor que supone disponer de la corriente más caudalosa de España. Zaragoza debería mirar al río como lo hacen Oporto y París, como han aprendido a hacerlo Madrid y Bilbao, como Oslo mira al fiordo y como Alicante y Málaga miran al mar. Convirtiendo el agua en su mejor aliada. Y allí, en ese enclave futurista, promover un ambicioso proyecto de restauración, acondicionamiento, ampliación y construcción (siguiendo el sinuoso curso de la ribera) para alumbrar un nuevo distrito, que no sería solo, ni principalmente, un lugar donde organizar ferias, sino, sobre todo, un escenario excepcional.
‘Zaragoza Río’ proyectaría una imagen potente y seductora de la capital, posibilitaría su uso y disfrute por parte de la población, sería un referente turístico y empresarial, atraería riqueza y progreso y permitiría ‘vivir la ciudad’ como nunca. Y, por supuesto, haría posible que pudiera competir, con los mejores argumentos, en la champions league de las grandes urbes europeas y las ferias internacionales. ‘Zaragoza Río’ es una idea atrevida, pero no imposible.