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Jorge Subirana: “En todos mis diccionarios siempre he arrancado la página donde estaba escrita la palabra imposible»

Jorge Subirana lleva 30 años haciendo realidad lo imposible. En 1986 fundó Tecnología Difusión Ibérica (TDI), la primera empresa de analítica enológica que existió en España. “Me llegaron a tratar de mentiroso”, recuerda con un deje de ironía, sin perder la sonrisa, rememorando las grandes dificultades que tuvo que afrontar en sus inicios. Nació por accidente en una clínica de Barcelona el 20 de octubre de 1950 -“porque, un poco más”, aclara, “y mi madre me da a luz en un tren”-, pero vivió y creció en Francia, donde aprendió los principios del republicanismo y se convirtió en un ferviente europeísta.

Mientras todavía estudiaba, comenzó a trabajar en la empresa BSN (Boussois-Souchon-Neuvesel) –que luego tomaría el nombre de Danone- y a los 24 años ya era director de la sucursal de Limoges. Poco tiempo después había quien le consideraba el mejor vendedor de Francia. Fueron días de vino y rosas. Agasajado en los mejores cabarets de París, compartía mantel con Omar Sharif o Angie Dickinson y gozaba de una envidiable cuenta corriente. Pero a pesar del éxito social y profesional, Jorge Subirana no quería atarse de por vida a una multinacional. “Buscaba algo de dimensión humana, donde las personas fueran más importantes que los números. Yo siempre he sido un hombre libre”, confiesa. Y a principios de los ochenta empezó a dar forma a una idea innovadora con el horizonte puesto en España.

“Buscaba algo de dimensión humana, donde las personas fueran más importantes que los números. Yo siempre he sido un hombre libre”

“En mi casa no se bebía vino”

“En mi casa no se bebía vino, mi padre no bebía vino y yo no sabía lo que era el vino”. Parece una broma del destino que quien estaba llamado a fundar la empresa pionera del análisis enológico en España no tuviera ninguna relación previa con el mundo vitivinícola. Claro, que tampoco tenía vinculación alguna con la alimentación, pese a trabajar durante más de 10 años en una multinacional del sector. Se licenció en ingeniería mecánica, una especialidad que nunca llegó a ejercer. “Las cosas muchas veces ocurren sin querer, buscas y no encuentras y, en un momento dado, suceden sin buscarlas. Un amigo que trabajaba conmigo, vivía al lado de una persona que estaba en el mundo de la analítica, pero de la médica como todos. Empecé a hablar con él de muchas cosas y, a partir de ahí, fue surgiendo la idea de cómo podíamos adaptar la analítica al campo de la enología”.

El embrión de TDI estaba comenzando a crecer. Desde el principio, Jorge Subirana fue modelando su proyecto guiado por las señas de identidad que han presidido la compañía durante toda su trayectoria. Una empresa hecha por personas –“lo más importante es que sean buena gente”- que sean conscientes de que, de entrada, no hay nada imposible. Además, mantiene un lema que, de algún modo, resume su modo de ver la vida: la mezcla del rigor germánico y de la flexibilidad latina. “Si llegáis a hacer esto, les digo, la cosa funciona. Y después, hacedlo simple, nos os montéis películas, en la vida nunca os montéis películas”.

La mezcla del rigor germánico y de la flexibilidad latina resume su modo de ver la vida. “Si llegáis a hacer esto, les digo, la cosa funciona. Y después, hacedlo simple, nos os montéis películas, en la vida nunca os montéis películas”

Esa sencillez trasladada al campo profesional le lleva, incluso, a poner en entredicho el concepto comúnmente utilizado de “investigación y desarrollo” que, en su opinión, no se suele emplear con propiedad. “Muchas de las cosas de las que se dice que son investigación no lo son en realidad, sino que, simplemente, utilizan elementos que ya existen. La maleta y las ruedas ya existían, pero a alguien se le ocurrió unirlas para facilitarnos la vida, igual que a alguien se le ocurrió unir un palo y un mocho para dignificar el trabajo en el hogar. Y lo mismo hemos hecho nosotros en la analítica, todo existía previamente, pero hemos sabido encontrar una aplicación práctica más útil. Investigar, en cambio, es otra cosa, sucede cuando 30 ó 130 personas están buscando el sexo de los ángeles, el resto son aplicaciones, las ruedas de una maleta”.

“La maleta y las ruedas ya existían, pero a alguien se le ocurrió unirlas y facilitarnos la vida. Y eso hemos hecho en la analítica, utilizar lo que ya existía y encontrar una aplicación práctica más útil”

Pero a pesar de la sencillez de ese carácter innovador, los primeros pasos de TDI en España representaron una pequeña revolución frente al modo habitual de elaborar vino. La empresa se encontraba en un territorio mayoritariamente escéptico y, en ocasiones, abiertamente hostil. “Me llegaron a tratar de mentiroso porque en este país no existía la cultura de hacer vino analíticamente. Había cuatro enólogos que venían de universidades francesas, Burdeos, Montpellier, Dijon, como Miguel Torres, gentes con las que podías hablar, y había otros que no tenían estudios superiores que también comulgaban con mis ideas, pero en general era muy complicado”.

REVISTA ENÓLOGOS – JORGE SUBIRANA – TDI – TECNOLOGÍA DIFUSIÓN IBÉRICA – 30 ANIVERSARIO – ANALÍTICA DEL VINO - REACTIVOS
Jorge Subirana creó Tecnología Difusión Ibérica (TDI) en 1986. Fotografía: Miguel Ángel Sánchez de la Morena.

“El vino es cosa de Dios”

Era tal el inmovilismo existente todavía en los años ochenta que, incluso, había quien consideraba que la elaboración de vino atendía a los designios divinos y no a criterios científicos. “Recuerdo, en una ocasión, que estaba en La Rioja con el director técnico de una gran bodega, espléndida, una cosa fantástica, y al ver todas aquellas barricas yo le pregunté: ¿pero todo esto, cómo lo analiza?, El vino es cosa de Dios, me contestó. Vale, ok, le dije, entonces, sobre todo, portaos bien”. “Señor Subirana, se despidió, no voy a gastarme 300.000 pesetas en el laboratorio jamás porque el vino es cosa de Dios. Luego, me acuerdo que tuvo que atender el teléfono y me quedé a solas con un chico joven que nos acompañaba durante la visita. Me confesó que estaba de acuerdo conmigo, que le gustaba lo que yo decía, pero que no podrían hacer nada hasta que todos esos se jubilaran”.

“Recuerdo, en una ocasión, que estaba en La Rioja con el director técnico de una gran bodega, espléndida, una cosa fantástica, y al ver todas aquellas barricas yo le pregunté: ¿pero todo esto, cómo lo analiza? El vino es cosa de Dios, me contestó. Vale, ok, le dije, entonces, sobre todo, portaos bien”.

El tiempo fue pasando y, efectivamente, entre los relevos generacionales y la paulatina apertura de facultades de enología -la primera de ellas, creada en 1988 en Tarragona en el seno de la Universidad Rovira i Virgili- se fue produciendo un cambio de mentalidad que favoreció la popularización de las nuevas técnicas de elaboración. El propio Subirana lo denominó hace algunos años la “democratización” de la analítica enológica. Pero en los inicios también tuvo su importancia la apuesta que algunos grandes bodegueros y centros de investigación hicieron por la empresa recién constituida. “Mis primeros clientes fueron Miguel Torres en Cataluña, la Estación Enológica de Navarra, en donde trabajaba el señor Ochoa, un hombre fantástico que creyó totalmente en nosotros y en el tema de la calidad y, después, me dieron su confianza González Byass, Osborne…”.

Precisamente, recuerda una anécdota en González Byass que refleja fielmente las adversidades vividas durante aquella época. “Yo me acuerdo que el director responsable de González Byass me dijo cuando me compraron la máquina: señor Subirana, no sé si se da cuenta de lo que estoy haciendo, estoy comprando una máquina de cinco millones de pesetas y estoy apostando por un señor francés que mañana puede cansarse de los españoles e irse al otro lado de los Pirineos, yo estoy apostando por esto. Es evidente que personas así tienen un trato especial conmigo porque generaron una confianza en un momento dado, cuando realmente había que tener valor”.

Carácter pionero

La consecución de aquellos primeros éxitos facilitó el afianzamiento de la compañía que, en todo momento, luchó por romper moldes y alumbrar nuevos caminos. “Nosotros hemos sido pioneros en temas de secuenciales con sus reactivos, en infrarrojos, y cuando digo ‘hemos’ me refiero a un equipo de varias personas. Yo era el joven de la banda, era la esponja entre todos ellos. El único mérito que he tenido ha sido saber estar rodeado de gente de un nivel impresionante, siempre me ha gustado estar con gente que sabe más que yo”. Ese equipo multidisciplinar al que se refiere Jorge Subirana estaba integrado, en su mayoría, por brillantes profesionales de España, Francia e Italia. Los reactivos se diseñaban en el país transalpino con fórmulas propias y los aparatos infrarrojos, en la vecina Francia. Durante muchos años la estrategia funcionó eficientemente, pero la jubilación y el fallecimiento de algunos miembros del equipo debilitaron ese equilibrio. “En 2010 tomo la decisión de volver a coger en mis manos el tema de los reactivos, decidí repatriarlos, monté unas instalaciones, desempolvé todas las fórmulas, contraté personal y nos pusimos a fabricarlos”. Respecto a los infrarrojos, apostó también por recuperar el control y, con esa finalidad, constituyó en Francia la empresa TDIF.

“En 2010 decidí recuperar los reactivos y repatriarlos, monté unas instalaciones, desempolvé todas nuestras fórmulas, contraté personal y nos pusimos a fabricarlos”

Pero el crecimiento continuo, la exportación y las exigencias derivadas de los cursos de formación impartidos a sus trabajadores le empujaron a abrir una nueva sede para consolidar el nuevo modelo. Las antiguas instalaciones no daban más de sí, de modo que decidió dar el salto, trasladarse al polígono industrial y duplicar la superficie disponible, sin abandonar la localidad barcelonesa de Gavá. Desde allí, Tecnología Difusión Ibérica presta servicio a todo el territorio español y también a países como Francia, Portugal, Italia, Chequia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Grecia, Moldavia, Croacia o Eslovenia, entre otros. “Somos la única empresa en España, en Europa y en el mundo que solo se dedica a fabricar analizadores de vinos y mostos. En las demás hay una división, sea más o menos grande; por eso somos más pequeños que muchas empresas que hacen de todo, aunque somos la empresa más grande del mundo dedicada exclusivamente a hacer material enológico”.

REVISTA ENÓLOGOS – JORGE SUBIRANA – TDI – TECNOLOGÍA DIFUSIÓN IBÉRICA – 30 ANIVERSARIO – ANALÍTICA DEL VINO - REACTIVOS
Tecnología Difusión Ibérica (TDI) fue la primera empresa de analítica enológica que existió en España. Fotografía: Miguel Ángel Sánchez de la Morena.

“Hacerme desaparecer”

Hace algunos años, Jorge Subirana vivió uno de los momentos más duros de su trayectoria empresarial. Tras 28 años al frente del TDI esgrimiendo las credenciales de la innovación y la creatividad fue acusado en los tribunales de copiar una patente. “Para hacerme desaparecer una gran empresa a nivel mundial me atacó en Justicia con un montaje impresionante. Me metieron un pleito con grandes profesores universitarios. Mi perito y mi abogado me aconsejaron negociar. Dije: no, no, yo tengo razón, esto es un montaje, no es verdad, yo no he copiado nada. Todo el mundo pensaba que iba a perder, pero gané. Por las explicaciones de mi abogado el juez se dio cuenta de que iban a por mí para tener un monopolio. Empezamos a decir cosas que incluso los abogados contrarios no sabían, y pam, pam, pam, se retiraron”. Aquella querella le supuso una presión enorme, pero también una satisfacción inmensa cuando salió indemne. “Puedo decirle que cuando terminó todo era un viernes. Llegué a casa a las tres y media de la tarde, a partir de que concluyó los nervios me abandonaron. Cuando me levanté era lunes a las ocho de la mañana. Realmente lo hicimos porque yo siempre, siempre le digo a mis hombres: “No os quiero oír decir nunca de entrada esto es imposible”.

“Para hacerme desaparecer una gran empresa me atacó en Justicia con un montaje impresionante, pensaban que iba a perder, pero gané”

La visión desde el crepúsculo

Superadas las dificultades y cumplidos ya 30 años de aquella aventura empresarial que le llevó a cruzar los Pirineos para no volver, Jorge Subirana siente que está en el crepúsculo de su vida profesional. “Me puedo permitir decir cosas que no decía a los 25 años”. Cosas como que no soporta la prepotencia. “Los más brillantes son los más simples; los más imbéciles, los más prepotentes”. La cualidad que más aprecia en una persona es “que sea buena gente” y se define a sí mismo como “trabajador, serio y con mucha fuerza de voluntad”. ”Kennedy lo decía muy bien. No estés siempre preguntando qué puede hacer tu país por ti, hazlo por ti mismo”.

“Me puedo permitir decir cosas que no decía a los 25 años”, Cosas como que no soporta la prepotencia. “Los más brillantes son los más simples; los más imbéciles, los más prepotentes”

Reconoce que desconfía de los héroes. “No tengo ídolos ni falsos ídolos, y tampoco me gusta destacar a ningún personaje histórico porque si se estudia la historia, todos tienen sus defectos y sus cualidades”. Pero, en cambio, siento un sincero respeto por personas que han conseguido logros extraordinarios. Se refiere a emprendedores como Miguel Torres (Bodegas Torres), José Ferrer (Freixenet), Nils Foss, (Foss) -empresa que es competencia directa de TDI-, Henry Ford (Ford Motor Company)… “Les tengo mucho respeto porque, caramba, lo que ha hecho esta gente. Han debido pasar noches en blanco, ¿eh? Lo que deben haber pasado y lo que han creado. Digo éstos, pero hay muchos más. Son gente excepcional, tienen un plus”. Es posible que como Jorge Subirana alcanzó el éxito profesional siendo aún muy joven haya sabido relativizar la importancia de la fama y los laureles. “Mi vida es muy sencilla, el trabajo y las ocupaciones de cada día, pasear al perro, comprar verdura y hacer lo que haga falta en casa”. Cuando se le pregunta cuál es su ocupación favorita, no lo duda. “Mi mujer, mi mujer”, repite. ¿Y su ideal de la felicidad? “Hay un cosa muy clara”, contesta, “tú tienes 100 y te atan gastando 150. Tú ganas 1.000 y te atan gastando 1.500. Y a mí no me han podido pillar nunca, siempre he sido un hombre libre”. Tal vez desde esa misma libertad, afirma no sentirse preocupado ante las tensiones políticas que se viven en Cataluña. Dice que si queremos tener futuro, debemos construir los Estados Unidos de Europa para no desaparecer en dos décadas. Y, mientras tanto, sigue trabajando como cuando empezó a hacerlo hace 46 años, viviendo cada día con la ilusión de quien es consciente de haber hecho algo en la vida que, realmente, merece la pena. Algo que parecía imposible… si no fuera porque esa palabra jamás existió en su diccionario.

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