¿Qué consecuencias tuvieron los aranceles del 25 % que EEUU impuso al vino europeo, a partir de mediados de octubre de 2019, como consecuencia de la disputa comercial que ambos bloques mantenían sobre las ayudas a la industria aeronáutica? La cuestión cobra ahora plena actualidad, después de que el presidente Donald Trump anunciara ayer jueves que aplicará aranceles del 200 % sobre «el vino, el champagne y demás productos alcohólicos» procedentes de Francia y otros países de la Unión Europea, si Bruselas no elimina, de inmediato, el arancel del 50 % contra el whisky estadounidense.
Pues bien, los datos del Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV) son esclarecedores. El arancel del 25 % aplicado por EEUU en 2019, ocho veces menor que el que ahora esgrime el mandatario del Despacho Oval para dinamitar el sector vitivinícola europeo, se tradujo en un severo revés en Francia y Alemania, que sufrieron, durante 2020, una caída de las ventas de vino al mercado estadounidense de alrededor del 30 %, el triple que en España, donde la pérdida se limitó al entorno del 10 %.
Por lo que se refiere a las cifras absolutas, las bodegas españolas exportaron 40,6 millones de dólares menos que en 2019, mientras que las francesas dejaron de comercializar 430,2 millones de dólares y las alemanas, 29 millones de dólares, dado su reducido tamaño relativo. La medida arancelaria no se aplicó, sin embargo, a los productos vitivinícolas de Italia que, pese a ello, no fue capaz de beneficiarse del retroceso de sus competidores, ya que acabó cediendo 29,3 millones de dólares (-1,5 %). Entre los grandes países vitivinícolas europeos, sólo Portugal logró incrementar sus ventas a EEUU (+1,6 %), facturando 2,1 millones de dólares más que el año anterior.
El castigo infligido a Francia, principal objetivo de las iras de Washington, le llevó a perder el primer puesto como máximo exportador de vino a EEUU en beneficio de Italia, que pasó a comercializar un montante de 1.924,7 millones de dólares, por delante de Francia (1.717,7 millones), Nueva Zelanda (489,7 millones), Australia (320,4 millones) y España, que, a su vez, cayó del cuarto al quinto lugar del escalafón, con 314 millones de dólares.
Una batalla aeronáutica
En 2019, el gravamen se dirigió exclusivamente contra Francia, Alemania, España y Reino Unido (cuya producción vitivinícola es casi irrelevante) porque se trataba de los cuatro países implicados en la fabricación del Airbus, el principal conglomerado de aeronaves de transporte de pasajeros del mundo, al que Donald Trump acusaba de recibir ayudas que, desde su punto de vista, distorsionaban la competencia y perjudicaban a Boeing, la gran empresa aeronáutica de bandera americana con sede en Seattle.
Además, a finales de 2019, apenas unos meses después de que la Casa Blanca abriera fuego arancelario, un gravísimo problema de salud pública se vino a sumar al que ya representaba, en términos económicos, la guerra comercial. Las autoridades comenzaron a detectar los primeros casos de Covid-19 en la ciudad china de Wuhan, un virus letal, tristemente conocido, que se fue propagando de manera exponencial por todo el planeta, pese a que el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, continuaba sosteniendo a principios de 2020, poco antes del primer confinamiento, que el coronavirus no iba a tener apenas incidencia en el país. «España», declaraba, «no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado». Apenas unas semanas después, el 14 de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS), ante la magnitud de la tragedia, decidía declarar la pandemia mundial del Covid-19, que acabaría provocando una crisis sanitaria y socioeconómica sin precedentes en el siglo XXI, que en España se saldó, oficialmente, con 13.914.811 casos confirmados y 121.760 fallecidos.
La actual guerra comercial
La actual guerra comercial, emprendida por el mandatario estadounidense desde su llegada a la Casa Blanca, ha entrado en una espiral de imprevisibles consecuencias y nadie puede garantizar, en este momento, si lo que ahora es un órdago a la grande, será realidad a partir del día 2 de abril o se trata, simplemente, de una simple baza intimidatoria para intentar afrontar en mejor situación la previsible negociación.
De cualquier modo, lo que, en estos momentos, sí se puede comprobar con exactitud es el efecto económico que tuvieron los aranceles del 25 % aplicados en 2019 contra el vino de Francia, Alemania y España durante el primer mandato de Donald Trump. La Administración republicana decidió aplicar sus temidas tariffs, a partir del 18 de octubre de aquel año, a una amplia variedad de productos de todos los países de la Unión Europea, por un valor estimado de 6.900 millones de euros, después de que la Organización Mundial del Comercio (OMC) fallara a favor de Washington en su histórica disputa sobre los subsidios de los países europeos a Airbus. En ese contexto, el vino fue una de las cartas que, por su simbolismo e impacto económico, Trump puso encima de la mesa para procurar ganar la partida a Europa.
Las consecuencias sobre la exportación de vino a Estados Unidos, de acuerdo a las estadísticas hechas públicas por el OEMV, fueron desiguales. Durante los dos últimos meses de 2029, el período inmediatamente posterior a la imposición arancelaria y anterior a la expansión del coronavirus, el valor de la exportación de vino embotellado francés a EEUU cayó un 34,70 % en noviembre y un 33,52 % en diciembre, mientras que el español lo hizo tan solo un 2,35 % y un 2,25 %, respectivamente. Por su parte, el italiano mejoró un 8,25 % en noviembre y cayó un 18,11 % en diciembre.

Las exportaciones de vino español envasado a EEUU durante el conjunto de 2020, un ejercicio que soportó tanto los golpes propinados por los aranceles como por la propagación pandémica del coronavirus, descendieron un 10,8 %. El retroceso, en todo caso, fue mucho más comedido que el 31,7 % registrado por el vino alemán y el 29,1 % sufrido por el vino francés. Frente a los anteriores, Italia se mantuvo prácticamente invariable (-0,1 %) y Portugal fue la excepción europea, al lograr una mejora del 1,6 %. Entre los proveedores de otras latitudes, el comportamiento fue desigual. Nueva Zelanda y Sudáfrica aumentaron sus exportaciones de vino a EEUU, con alzas del 6,8 % y el 1,7 %, respectivamente, y Australia, Argentina y Chile acusaron caídas del 6,8 %, el 5,9 % y el 4,5 % en cada caso.

El antecedente chino
Asimismo, el antecedente más cercano, por la cuantía de los aranceles impuestos, se encuentra en la disputa comercial que estalló en 2021 entre China y Australia, después de que el país oceánico solicitara una investigación internacional sobre el origen del Covid-19, que extendía una sombra acusadora sobre la responsabilidad del régimen de Pekín. Como consecuencia de ello, China decidió castigar a Australia con unas tasas que, en el caso del vino, se situaron entre el 116 y el 218 %, lo que dio lugar a la práctica eliminación de las exportaciones de vino australiano al país asiático. Las consecuencias de ese enfrentamiento, que se prolongó por espacio de tres años, ocasionaron un gravísimo perjuicio a las bodegas australianas, hasta que en marzo de 2024, el gobierno de Xi Jinping decretó el levantamiento de la mayoría de los gravámenes, una vez que el Ejecutivo del laborista Anthony Albanese abandonó la voluntad investigadora que había mostrado el Ejecutivo de Camberra años atrás.
Diferencias entre la situación de 2019 y 2025
El leit motiv que desencadenó la batalla comercial de 2019 se explica, principalmente, por un desencuentro concreto relativo a la industria aeronáutica, fruto de la pérdida paulatina del liderazgo mundial de Boeing en beneficio de Airbus y de la distinta interpretación sobre las ayudas concedidas por Estados Unidos y los países europeos a sus respectivos emporios industriales. Por el contrario, el desafío actual es mucho más complejo y se enmarca dentro de una situación geopolítica, en la que las guerras comerciales y militares son múltiples y confluyen simultáneamente. Todo ello dentro del plan global emprendido por la nueva Administración estadounidense, dirigido a redefinir el orden internacional, surgido tras la II Guerra Mundial, para intentar imponer el predominio absoluto de EEUU, mediante el creciente acaparamiento de los recursos minerales y energéticos y el control de las rutas comerciales estratégicas, gracias a la aplicación de una terapia de choque orientada a debilitar a China como competidor directo, incorporar a Rusia e India como nuevos “aliados”, expulsar del tablero definitivamente a la Unión Europa y desactivar el siempre inestable escenario de Oriente Medio.
Consulte el informe completo sobre las importaciones de vino en Estados Unidos durante 2020 (Fuente: OEMV / OIVE).
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