Manuel Martínez Chacón (Madrid, 1975) forma parte indisoluble de la gran familia del vino. Es el gran artífice de los prestigiosos elaborados de Vinos Jeromín, uno de los puntales de la enología madrileña. Tras estudiar con los agustinos, Martínez realizó sus estudios de Técnico Especialista en Viticultura y Enotecnia en la Escuela de la Vid, y ha realizado varios cursos de elaboración de vinos, de bebidas espirituosas, y legislación vitivinícola. Su formación se ha completado con estancias en las bodegas Château Maucaillou y Château Brandeau (Salles de Castillon, Burdeos).
Desde 1997 es enólogo de la bodega Vinos Jeromín y de la cooperativa Comendador de Castilla, ambas en Villarejo de Salvanes (Madrid). Martínez confiesa que desde pequeño ha "vivido y mamado la cultura del vino". Se considera una persona "muy perfeccionista y competitiva", aunque confiesa que no sabe si estas cualidades "son virtudes o defectos".
No cabe duda de que es un hombre inquieto y optimista. "Me gusta todo, me gusta la vida, aun con sus problemas, y eso nos hace más fuertes y sabios. Me gusta la buena mesa y hasta el peor vino. Me gusta hacer cualquier deporte… Y también me gusta estar solo y pensar cómo hacerlo mejor".
Cirsión y Félix Martínez
De los vinos que han pasado por su vida hay uno que recuerda con especial cariño: "Tengo un gran recuerdo de uno de los primeros Cirsión, en una cata maridaje que tuve en Madrid, no sólo por el vino y la comida, sino también por la gran compañía, que es igual de importante para tener el maridaje perfecto".
En lo que atañe a los vinos que ha elaborado, Martínez se siente especialmente orgulloso del Félix Martínez Cepas Viejas, de cualquier añada. "Fue el primer vino de Madrid de altísima calidad. Y un homenaje al gran trabajo de mi padre, a quien tanto trabajo ha costado llegar hasta aquí". "El primer Félix Martínez fue elaborado en 1997, ya hemos agotado el 2008 y estamos preparando el 2009, que será otra bomba; aquí no puedo fallar...".
No se decanta por ninguna variedad en particular, ya que hay muchas que se "adaptan perfectamente" a su zona. "De todos modos, yo prefiero lo nuestro: en blancos, la malvar; y en tintos, la tempranillo y la garnacha, ya que en Madrid son de grandísima calidad". No obstante, advierte de que le gusta ensamblarlas con pequeños porcentajes de otras variedades foráneas. Martínez sostiene que la vitivinicultura madrileña debe conjugar tradición e innovación para superar la crisis de consumo y la competencia internacional. "La tradición es muy importante porque es el cimiento de nuestra vitivinicultura, e incluso hay vinos tradicionales como los sobremadre, cuya elaboración se está recuperando. Creo que siempre hay que aprender de la tradición, pero nunca estancarse, siempre hay que innovar y superarse". "La tecnología vitivinícola", prosigue, "ha avanzado muchísimo y los enólogos tenemos que estar a la última".
Respecto al papel del enólogo en la bodega, considera que aún no está lo suficientemente valorado. "Desgraciadamente todavía hay cooperativas en Madrid que ven prescindible esta figura, aunque afortunadamente el enólogo ya está bien valorado por aquellas bodegas que buscan calidad. Lo bueno de Madrid es que hay un grupo de enólogos jóvenes, con muchas ganas de hacer las cosas bien; y lo mejor, que todos nos llevamos bien y compartimos experiencias".