Cuando la vendimia en España apenas ha comenzado a andar -con el inicio de la recogida en Lanzarote, Montilla-Moriles, Alicante y Somontano- las primeras estimaciones ya apuntan a otra cosecha de gran producción y a un adelantamiento de la recogida del fruto debido a las altas temperaturas que se están viviendo desde finales de junio. El recuerdo de las dos últimas campañas, con un volumen global cercano a los 95 millones de hectolitros en un país que consume tan solo alrededor de 10 millones anuales- todavía está presente en la retina de los bodegueros, que observan el lastre del granel pesando como una losa. España se ha convertido en tiempo récord en el primer exportador mundial de vino en términos cuantitativos, pero lo ha conseguido a costa de tirar los precios por los suelos, hasta el punto de que dos de cada tres litros exportados se venden sin embotellar, con un precio medio de 0,37 euros. Si se contabiliza todo el vino vendido, incluido el embotellado, el precio se sitúa en torno a un euro, menos de la mitad que la mayoría de los países competidores y a una distancia abismal de los más de cinco euros del litro de vino francés exportado.
La vendimia de 2013 pulverizó el promedio de producción vitícola de los años anteriores y, desde ese momento, algo empezó a cambiar. La inercia mostrada por España a la hora de vender vino barato ya existía; no constituyó, por tanto, una novedad, pero es cierto que, a partir de aquel momento, se instaló entre muchos bodegueros la certidumbre de que el granel a precio de saldo era la solución más sencilla e inmediata. La tendencia existente se aceleró de manera vertiginosa. De 2009 a 2012, la producción media había sido de 38,6 millones de hectolitros, con cifras anuales situadas entre los 35 y los 40 millones. En esas circunstancias, y dada la progresiva caída del consumo interno, que apenas cubría un 25% de la oferta, se hacía obligado redoblar los esfuerzos en el exterior, lo que empujó a incrementar el porcentaje del vino granel a precios cada vez más bajos, con la consiguiente repercusión negativa en la imagen del vino español en su conjunto. No obstante, en 2013, la producción se disparó por encima de los 51 millones de hectolitros, lo que hizo saltar todas las alarmas y rompió el más que precario equilibrio que el sector había venido manteniendo hasta ese momento.
La ecuación más sencilla
Muchas bodegas y cooperativas, especialmente en Castilla-La Mancha, Extremadura y Valencia -las grandes regiones granelísticas- se vieron desbordadas. La ecuación estuvo muy condicionada por el factor tiempo y por la presión añadida de la administración, que amenazó con unas destilaciones onerosas y obligatorias para corregir los excesos. Finalmente, no fueron necesarias. Un gran número de bodegas decidió salir al exterior a tumba abierta, con el argumento de un vino de calidad muy razonable a un precio imbatible. España acabó vendiendo en 2014 un total de 2.257 millones de litros en el extranjero, lo que le convirtió en el mayor exportador de vino del mundo. El precio pagado en imagen ha sido -y sigue siendo- muy alto, máxime porque otros países competidores, como por ejemplo, Italia han recorrido el camino inverso y han sido capaces, a lo largo de los últimos 15 años, de apostar por el embotellado, reduciendo el porcentaje de granel y aumentando el precio medio del litro vendido. Hoy día, España es el paraíso del vino “low cost” y algunos países europeos como Francia o Alemania compran vino español muy económico que luego rentabilizan reutilizándolo y comercializándolo para obtener un sustancioso valor añadido.
“El brick español, mejor que el vino medio francés”
Uno de los grandes empresarios del sector vitivinícola mundial, el manchego Félix Solís, declaraba recientemente en el diario El Mundo que "el brick español es mejor que el vino medio francés", y sostenía, acto seguido, que los graneles son, hoy día, un lastre y significan "pan para hoy y hambre para mañana". Es probable que la primera afirmación sorprenda a muchos o pueda parecer, incluso, excesiva, pero procediendo de un empresario que extiende sus tentáculos en más de 110 países y es capaz de vender en el Reino Unido a ocho euros la misma botella de “Viña Albali” que en España vende a 3 euros, tal vez no esté de más tenerla en cuenta. Su consideración respecto al papel del granel es coincidente con otras muchas opiniones vertidas en los últimos meses por organismos, instituciones y bodegueros que ven cómo los esfuerzos realizados para mejorar la imagen del vino español durante muchos años se están viendo perjudicados por una política comercial, que lejos de ser coyuntural parece tener visos de estructural.
"Los graneles han constituido una salida para eliminar excedentes, pero ahora se están convirtiendo en un lastre para el sector", dice Solís, quien, al mismo tiempo es consciente de que las 2.000 bodegas que exportan granel, de las aproximadamente 5.000 que existen en España, no pueden dejar de hacerlo de la noche a la mañana, porque del sector "viven directamente 400.000 familias".
Desde 2013, el año que inauguró las grandes producciones de vino en este país, la encrucijada vuelve a reeditarse cada vendimia. El exceso de oferta actúa como un depresor automático del precio, a falta de estrategias comerciales bien definidas. En España no las hay o, al menos, no con la eficacia necesaria. Y la guerra de guerrillas que cada bodega libra en el exterior se traduce en una negociación en la que la cadena se rompe por el eslabón más débil.
La primera estimación de producción
La primera estimación de producción de vino y mosto para la campaña 2015/2016 realizada por Cooperativas Agro-alimentarias de España se eleva a 41,5 millones de hectolitros, de los que alrededor de 22 millones corresponderían a Castilla-La Mancha. Por el contrario, el análisis de Félix Solís Avantis es muy diferente, ya que considera que la comunidad castellanomanchega podría alcanzar los 30 ó 32 millones de hectolitros, dentro de un contexto de incremento general de la producción en cinco de las seis zonas en las que está presente (La Mancha, Valdepeñas, La Rioja, Rueda y Toro). Tan solo en Ribera del Duero prevé una producción similar o ligeramente inferior a la del año pasado, que fue histórica.
Los dados de la campaña 2015/16 han comenzado a rodar. Y el casino vitivinícola vuelve a estar muy animado. Ya se verá si España es capaz de diseñar una nueva estrategia para corregir los enormes desequilibrios detectados o bien continúa apostando mayoritariamente al mismo color… el del granel. Eso sí, con un croupier de acento extranjero que no deja de esbozar una sonrisa.